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PACTO POR EL TALENTO

La ciencia y la tecnología avanzan a un ritmo extraordinario y España no puede seguir dormida en los laureles en estas materias. Es imprescindible apostar con determinación por la atracción y retención del talento pero, para ello, hace falta crear una base reguladora sólida que lo favorezca.

En España comienza en estos días una nueva legislatura con la constitución de nuevas Cortes Generales y, esperemos, con la investidura de un Presidente de Gobierno que nos evite unas terceras elecciones. Si nuestros representantes políticos están dispuestos a ello, dejan atrás el tacticismo y piensan realmente en los ciudadanos, puede ser una legislatura interesantísima gracias a la necesidad de cerrar acuerdos en asuntos de gran trascendencia.

Dejando a un lado temas que tienen más urgencia que importancia, incluyendo aquellos donde los propios políticos –nacionales y autonómicos- nos han metido en líos innecesarios, hay otros asuntos que sí son realmente importantes y en los que será preciso que los partidos lleguen a acuerdos con visión de futuro y altura de miras. Estos asuntos son educación, I+D+i, sanidad, pensiones, reforma tributaria, libre emprendimiento y reforma laboral.

<<En este marco, considero imprescindible que los grupos parlamentarios se fijen como objetivo prioritario la apuesta por el talento profesional, idea que debe estar presente en cualquier reforma que se desee pactar>>

Dada la complejidad de los temas, la necesidad de aprobar leyes con un alto consenso y que tengan permanencia en el tiempo, es necesario que los grupos parlamentarios escuchen a expertos independientes, nacionales e internacionales, que se haga una evaluación detallada de la situación actual en cada una de estas áreas y se cuente con conclusiones que permitan orientar a los parlamentarios sobre cuáles deben ser las bases para el acuerdo.

Igualmente, deben contar con un consejo asesor en materia de ciencia y tecnología para que puedan conocer los cambios más importantes que van a producirse en próximas décadas, pues deben tenerlos en consideración a la hora de poder aprobar una normativa realmente útil para el medio y largo plazo.

En este marco, considero imprescindible que los grupos parlamentarios se fijen como objetivo prioritario la apuesta por el talento profesional, idea que debe estar presente en cualquier reforma que se desee pactar.

Así, no se debe hacer una nueva regulación laboral o tributaria sin tener este objetivo en mente. Resulta necesario que las empresas puedan contar con un marco laboral lo suficientemente flexible como para ofrecer unas condiciones atractivas a los empleados que quieran captar o retener. De la misma forma, hace falta un régimen tributario que no incentive la huida del talento y que sea, además, sencillo y estable, no sometido a cambios permanentes en función de los presupuestos anuales o de los cambios de Gobierno.

<<En el Instituto Tecnológico de Massachusets (MIT) creen que una de las razones fundamentales para que sea un centro de referencia a nivel mundial desde hace décadas se debe a su apuesta por el talento personal>>

En educación, por su parte, existe consenso en que es necesario lograr un acuerdo para el largo plazo con dos fines fundamentales: mejorar la calidad de la enseñanza y reducir el abandono escolar temprano. Para ello, además de otras medidas importantes como la introducción de la tecnología desde los primeros cursos infantiles o la educación bilingüe -sobre todo, en materias de ciencias-, es absolutamente imprescindible mejorar la calidad del profesorado.

talento2En el Instituto Tecnológico de Massachusets (MIT) creen que una de las razones fundamentales para que sea un centro de referencia a nivel mundial desde hace décadas se debe a su apuesta por el talento personal, atrayendo profesores motivados y bien preparados, que tienen inquietud por mejorar su campo de especialización –en ciencia, tecnología o humanidades-, que se les da facilidades para crear grupos de trabajo con investigadores y alumnos de similares inquietudes y que quieren que esas mejoras tengan aplicación en el “mundo real”.

Por tanto, en el campo educativo hay que poner las bases para favorecer que los centros, desde la educación infantil hasta la universitaria o la formación profesional, puedan atraer a los mejores docentes e investigadores. Es necesario, por ejemplo, que a los centros públicos se les garantice autonomía real, con auténtica libertad tanto en la dirección del centro como en la contratación del profesorado, suprimiendo barreras de entrada para los docentes –como el conocimiento de las lenguas autonómicas-.

Algo similar ocurre en el campo de la I+D+i, donde España sigue teniendo problemas para retener el talento nacional y atraer el internacional. Es fundamental eliminar barreras de entrada, contar con un sistema de contratación flexible y atractivo, además de favorecer una mayor conexión entre las empresas y los centros de investigación, logrando no solo un incremento de la financiación privada sino que, efectivamente, la empresa vea la aplicación real de esas innovaciones e investigaciones en su propia casa.

Los grupos parlamentarios deben ser conscientes de los tremendos cambios que se avecinan en menos de una década –como la sustitución de miles de trabajadores de sectores importantes, como transporte, comercio y hostelería, por robots y máquinas dotadas de inteligencia artificial- y de la necesidad de no quedarnos atrás en innovación e investigación. Es preciso favorecer que España cuente con otras fuentes productivas relacionadas con la ciencia, las nuevas tecnologías y la economía del conocimiento pero, para ello, debemos contar con los mejores profesionales.

Ojalá esta legislatura sea la de los pactos de Estado y que, sobre todos ellos, cobre protagonismo un Pacto por el Talento. Si eso fuera posible, tendríamos ante nosotros una de las mejores legislaturas en décadas.

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PREJUICIOS, ESTEREOTIPOS Y MIEDOS

Algunos científicos aseguran que en un par de décadas o menos no distinguiremos lo natural de lo artificial y que la comida –todo tipo de comida- será en su mayor parte creada en laboratorios pero con el mismo aspecto, textura y sabor de la comida natural, con todos sus beneficios y ningún perjuicio. La primera vez que escuché esta afirmación se me heló la sangre navarra que corre por mis venas y mi cabeza enseguida pensó “no, por favor, dejad los chuletones en paz”. A continuación me invadieron los prejuicios y miedos: “a saber lo que nos vamos a comer”, “a ver qué veneno nos dan”, “es imposible que eso sea sano”, “no puede tener el mismo sabor”. La realidad es que no sé lo que va a suceder pero mis prejuicios y temores ya me predisponen en contra de este cambio que se anuncia. En unas semanas volveré a comentar este asunto en detalle, pero por ahora quiero centrarme precisamente en los prejuicios y miedos.

Los prejuicios son ideas que adquirimos de los demás sin haber tenido experiencias para desarrollarlas por nosotros mismos, y que empleamos para elaborar categorías que nos permitan predecir el comportamiento de los elementos que integran dichas categorías. Los estereotipos, por su parte, son grupos de ideas adquiridas de otros –al igual que los prejuicios- que asociamos a categorías -habitualmente de seres humanos- para obtener una imagen simplificada de dichas categorías[1].

Al estar referidos a categorías o a grupos, ese juicio previo se hace con carácter general para todos los miembros del grupo y no se tienen en cuenta las particularidades de cada miembro individual. Así, existen estereotipos y prejuicios sobre casi todo: “las mujeres”, “los hombres”, “los políticos”, “los catalanes”, “los andaluces”, “los funcionarios”, “las rubias”, “los gitanos”, “los inmigrantes”, “la comida artificial”, “las terapias alternativas”, “la cocina de vanguardia”, etc.

En el ejemplo anterior es evidente que tengo un prejuicio negativo hacia la comida artificial que procede de la idea adquirida de que lo natural es mejor, más sano, más nutritivo o más sabroso, en contraposición con toda aquella comida que se aleje de lo natural, desde las chucherías y refrescos azucarados hasta la comida rápida de alguna cadena de hamburgueserías.

Además, me resulta difícil pensar lo contrario e incluso me cuesta imaginarme a mí mismo comiendo una carne que proceda de laboratorio, pero esta es también una característica propia de los prejuicios y estereotipos: su resistencia al cambio. Dada su simpleza, los prejuicios y estereotipos son fáciles de adquirir, de transmitir y de usar, y mientras no tengamos una experiencia “en contrario” que nos haga cambiar de opinión, una idea vaga nos resulta suficiente para explicar una determinada categoría o grupo. Como señala la científica Margarita del Olmo, «una vez adquiridos los prejuicios y los estereotipos, las ideas que nos transmiten se mantienen petrificadas de forma que, si a través de repetidas experiencias personales, adquirimos información que concuerda con el estereotipo o el prejuicio, nos sirve para ratificarlos, pero la información que no coincide, la desechamos como si fuera una excepción, y seguimos manteniendo, inalteradas, las ideas que componen nuestros prejuicios y nuestros estereotipos ».

 A su vez, el miedo funciona como una poderosa arma que nos dificulta cambiar nuestros prejuicios y estereotipos: miedo a estar equivocados, miedo a ser rechazados por personas de nuestro mismo grupo con quienes compartimos esos prejuicios y estereotipos, miedo a la desconocido, miedo a lo que es diferente, etc.

Los avances científicos y tecnológicos suelen ser el abono perfecto para que surjan los prejuicios y los miedos irracionales. Así ha sucedido con los ordenadores, la telefonía móvil, la reproducción asistida, el uso de células madre, el microondas o internet, por citar solo algunos ejemplos. Aún se escuchan las carcajadas de los científicos que trabajan en el Gran Colisionador de Hadrones (LHC) de Ginebra por las alarmas levantadas por ciertos agoreros que decían que su puesta en marcha destruiría el planeta o que crearían un agujero negro capaz de succionarnos a todos.

Es fundamental documentarse, leer opiniones de todo tipo, a favor y en contra, y a ser posible de personas que tengan autoridad para opinar con conocimiento de causa sobre la materia de que se trate.

En las próximas décadas vamos a asistir a avances tecnológicos y científicos de enorme impacto, algunos totalmente imprevisibles, y más nos vale ir sacudiéndonos prejuicios y miedos de encima si queremos ser capaces de adaptarnos a los cambios que supondrán. En este blog hablaré de inteligencia artificial –y de comida artificial-, robótica, genética, movimientos migratorios, conectividad o Micro-Estados y muchas de las ideas que se plantearán van a resultar cuanto menos chocantes.

Por supuesto, los prejuicios y estereotipos no afectan solo al ámbito científico-tecnológico. Antes al contrario, han estado presentes de manera continua a lo largo de la historia y han sido responsables de las múltiples discriminaciones que han existido por razón de raza, sexo, religión o capacidad económica.

Actualmente, en los países más desarrollados los prejuicios y estereotipos relativos a las razas y sexos están siendo superados y se va logrando la victoria –aún no alcanzada del todo- sobre sus efectos discriminatorios. No sucede así con otros estereotipos. Por ejemplo, en el caso de la religión es muy común escuchar que el islam no es compatible con la democracia, algo que no es cierto. Indonesia es el cuarto país más poblado del planeta y el primero en número de musulmanes, un 88% de su población es seguidora del islam. Indonesia es desde 1999, tras la dimisión del dictador Suharto, una república democrática con los tres poderes independientes, limitación de mandato para el Presidente y su Carta de Derechos Humanos que incluye la libertad religiosa. De la misma forma, Senegal es un país con cerca de un 90% de población musulmana siendo, a su vez, uno de los países que cuentan con una democracia más arraigada de África donde, al igual que en Indonesia, cuentan con su Carta de Derechos Humanos que incluye la libertad religiosa. De hecho, en Senegal no son infrecuentes los matrimonios mixtos entre musulmanes y cristianos. Por tanto, decir que islam y democracia son incompatibles es un estereotipo que nos hemos creado como consecuencia de lo que vemos en países del norte de África y Oriente Medio, que tan cerca nos quedan y tan relevantes son en la política internacional actual.

De la misma forma, es habitual crearnos estereotipos en el ámbito de la política para simplificar las posturas ideológicas y rechazar a los contrarios. Hace unos meses, Benito Arruñada publicaba en el diario El País (aquí) una interesante columna en la que recordaba un estudio realizado en EEUU según el cual los demócratas estadounidenses “no creían (ni, aparentemente, creen) que los republicanos deseen construir una sociedad más justa, ni que les importe el medio ambiente o el bienestar de los individuos menos favorecidos. Sienten así que discrepan en los fines, y no en los medios empleados para alcanzarlos”. Estas mismas ideas parecen existir en los países del sur de Europa entre los votantes de izquierda (sean moderados o de extrema izquierda) respecto a los partidos liberales y conservadores. En el caso de España esta tendencia es aún más acusada si cabe, dado que determinados sectores de izquierda continúan transmitiendo aún la imagen de que “la derecha” es heredera del franquismo o sinónimo de fascismo. Por su parte, es habitual entre sectores liberales y conservadores considerar que los políticos de izquierdas son incompetentes, enchufistas, malos gestores y derrochadores.

Estos simplistas arquetipos dificultan los acercamientos y acuerdos que podrían procurar la estabilidad que los ciudadanos anhelan. Ahora que está de moda mirar a los países nórdicos como ejemplo, no estaría de más darse cuenta de que su receta de éxito incluye ingredientes propios de la socialdemocracia (alto nivel de gasto público y elevados impuestos para mantener los servicios públicos) con otros ingredientes liberales (despido libre y barato, inexistencia de un salario mínimo legal o pocas trabas para crear empresas) que se han conseguido merced al respeto mutuo de las facciones políticas y su capacidad de entendimiento, algo que no solo deben procurar los partidos sino también sus votantes.

Debemos ser capaces de enfrentar los estereotipos y prejuicios que tenemos petrificados en nuestra mente con experiencias individuales, con una mayor y mejor información, escuchando a quienes no piensan como nosotros y, así, construir una imagen mucho más rica de la realidad y, sobre todo, que sea una imagen propia y no transmitida por terceros. Debemos perder el miedo a cambiar de opinión, a no pensar como la mayoría o a que lo que venga sea peor que lo que existe.

Somos sujetos de derechos, obligaciones y prejuicios, pero estos últimos podemos tratar de dejarlos, como se puede dejar el tabaco. Yo, para empezar, prometo comerme un chuletón de laboratorio cuando llegue el momento.

 

[1] “Prejuicios y estereotipos: un replanteamiento de su uso y utilidad como mecanismos sociales” (del Olmo. XXI, Revista de Educación 7, 2005. Universidad de Huelva).
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Todo va a cambiar

Cuando un político nos promete que subiendo los impuestos a las grandes corporaciones se van a recaudar X miles de millones que ayudarán a mejorar o mantener los servicios del Estado del bienestar lo hace partiendo de una premisa falsa, la de que no se van a producir otros cambios, es decir, que esas grandes corporaciones seguirán teniendo similares niveles de facturación, que no se reducirá el número de empresas en el país, que se mantendrán las inversiones, etc. Lo mismo sucede, por ejemplo, cuando nos dicen que gracias a una determinada reducción de costes se van a poder cumplir los objetivos de déficit establecidos. Este tipo de predicciones asumen el principio “ceteris paribus”, que en latín significa “las demás cosas igual” o “el resto permanece constante”. Es decir, esas predicciones se cumplirán en la medida en que no se produzcan otros cambios.

El recurso “ceteris paribus” se emplea de forma habitual en las distintas ramas científicas para realizar predicciones y estudiar situaciones complejas donde interesa comprender la influencia que una determinada variable ejerce sobre dicha situación. Así sucede en los ejemplos expuestos o en otros cientos de estimaciones y usos: cuando se dice que en los próximos 5 años la economía experimentará un crecimiento del 3%, cuando se calcula el aumento de temperatura de la Tierra en la próxima década, los empleos que se perderán a causa de la robótica, el futuro envejecimiento de la población española o el impacto de una posible salida de la UE por parte del Reino Unido.

Sin embargo, la realidad es que todo cambio en una variable provoca cambios en muchas otras, algunas predecibles y otras totalmente inesperadas. Por ello, muchas de las predicciones, sobre todo si se hacen a largo plazo, suelen fallar. Por esa misma razón tenemos habitualmente la impresión de que los políticos nos fallan, nos mienten, o ambas cosas a la vez. El caso es que no dan una.

En las próximas décadas vamos a asistir a una auténtica revolución en el campo de la genética, la robótica y la tecnología en general, que vendrá acompañada de extraordinarios cambios sociales como masivos movimientos migratorios, aumento de la superpoblación y un desmedido desplazamiento de las personas desde zonas rurales a gigantescas urbes, todo ello unido a retos colosales como frenar el cambio climático. Unos cambios que van a provocar muchos otros en cadena, que van a producirse a velocidad exponencial y que van a generar enormes impactos en nuestros paradigmas, que nos obligarán a replantearnos el mundo tal y como lo conocemos, nuestras relaciones sociales y laborales e incluso nuestras creencias, principios y valores.

Me gustaría que en este blog mirásemos hacia ese posible futuro y reflexionemos sobre política, ciencia, tecnología, cultura, religión, ética, derechos y libertades pensando a largo plazo, en lo que puede venir –en lo que de hecho ya nos dicen que va a venir- y en cómo vamos a afrontarlo. Como dice el científico Riccardo Sabatini en relación con lo que podremos lograr cuando tengamos un conocimiento más profundo del genoma humano, “tendremos que plantearnos decisiones a las que no nos hemos tenido que enfrentar jamás: sobre la vida, sobre la muerte, sobre la crianza de nuestros hijos. Es una revolución que no puede quedar confinada al mundo de la ciencia o la tecnología. Esta debe ser una conversación global. Tenemos que comenzar a pensar en el futuro que vamos a construir como humanidad. Necesitamos interactuar con creativos, con artistas, con filósofos, con políticos. Todo el mundo debe involucrarse porque hablamos del futuro de nuestra especie. Debemos abordarlo sin miedo, pero entendiendo que las decisiones que tomemos en los próximos años cambiarán el curso de la historia para siempre”.

El objetivo de este blog es que podamos pensar juntos en los cambios que nos esperan, sin miedo, de forma reflexiva y abierta. Porque los cambios se van a producir y todo lo demás no va a permanecer inalterable, van a ser cambios donde “ceteris non paribus”. De nosotros depende adelantarnos y estar preparados para adaptarnos a dichos cambios cuando llegue el momento. El futuro es un viaje apasionante pero un viaje que conviene planificar.