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Cuando todo esto pase (I)

Gran Vía. Antonio López

La Gran Vía. Antonio López

 

La pandemia del coronavirus COVID-19 ha trastocado totalmente nuestras vidas: nos ha obligado a vivir confinados en nuestros domicilios, a teletrabajar, a que los niños estudien desde casa, a paralizar la actividad económica y, lo peor de todo, a asistir impotentes al elevadísimo número de fallecidos que la enfermedad se lleva consigo.

Esta situación nos ha hecho conscientes de la fragilidad de nuestra vida cotidiana, de que la realidad que vivimos como “lo normal” puede cambiar de forma repentina afectando de forma radical a nuestro día a día familiar, social, laboral y económico. El impacto es aún mayor al tratarse de un virus que nos afecta de manera colectiva y que no distingue entre países, niveles de renta, credos o edades, aunque obviamente las consecuencias se dejarán notar de forma más notable en unos lugares que en otros y, tal y como por desgracia estamos viendo día tras día, afecta de manera más grave a las personas mayores de 65 años.

<<Tendremos que honrar a los fallecidos, personas que no tuvieron la oportunidad de despedirse de sus familiares ni recibir un último beso. A día de hoy, el número de fallecidos en España ha superado las 14.000 personas>>

Cuando todo esto pase, los Estados y los ciudadanos tendremos que tomar decisiones importantes sobre el futuro. Sobre nuestro futuro como individuos, como sociedad y como nación, así como sobre nuestra relación con las demás naciones. Pero antes de nada, cuando todo esto pase, tendremos que honrar debidamente a quienes han muerto y a sus familias, así como al personal sanitario y a los trabajadores de servicios esenciales. Esa prueba de respeto debe reflejarse en el homenaje a los fallecidos, en recompensar a los trabajadores que han estado en primera línea y en el trabajo honesto y profesional que los partidos políticos y asesores científicos deben llevar a cabo para identificar los errores cometidos y poner los medios para evitar que otra epidemia provoque en el futuro daños similares o peores a los que estamos viviendo.

En primer lugar, cuando todo esto pase, tendremos que honrar a los fallecidos, personas que no tuvieron la oportunidad de despedirse de sus familiares ni recibir un último beso, víctimas anónimas de un agente infeccioso que ha entrado en nuestras casas con una pasmosa facilidad y unas terribles consecuencias. La mayor parte de los fallecidos por coronavirus pertenecen a una generación que sufrió en su niñez una dura posguerra, que vivió una larga dictadura, que tuvo el coraje de mirar adelante sin rencor para traer una democracia en paz y que trabajó duro, muy duro, para convertir a España en un país próspero. Ahora están muriendo sin poder escuchar un «te quiero» o un «gracias» de sus seres queridos. A día de hoy, cuando escribo estas líneas, el número oficial de fallecidos en España ha superado ya las 14.000 personas -más de 81.000 en todo el mundo-, aunque se estima que el número real podría ser el doble. Cuando todo esto pase faltará mucha gente e intentar volver a la vida normal sin ellos, sin que sus familias les hayan podido decir adiós, será la parte más dura.

Habrán de decretarse días de luto nacional y deberemos guardar minutos de silencio en honor a las personas muertas. El país entero deberá volver a pararse por unos minutos y durante varios días en señal de recuerdo y de respeto. Al igual que los individuos necesitamos pasar nuestro duelo cuando perdemos a alguien cercano, es bueno que como sociedad seamos capaces de unirnos para compartir un mismo dolor común ante una tragedia como la que estamos viviendo.

Compartir el duelo nos ayudará a todos, incluso a las familias que no pudieron despedirse de sus seres queridos. Para el resto, este duelo colectivo nos ayudará a comprender que tenemos los mismos sentimientos y emociones que la mayor parte de las personas, que sufrimos el mismo vértigo ante nuestra recién descubierta fragilidad, la misma inseguridad ante el hecho de que algo así de terrible pueda repetirse, los mismos temores ante la incertidumbre económica que se avecina. La unión en el duelo puede ayudarnos también a salir de esto con más esperanza y fuerza. En cualquier caso, nada ni nadie debe secuestrarnos el duelo colectivo que nos debemos, que les debemos. Es importante que esto lo entiendan nuestros políticos, pues ya hemos vivido otras tragedias anteriores donde los dirigentes de los partidos no supieron estar a la altura, poniendo su vocerío partidista por encima de la necesidad que teníamos como sociedad de sentirnos reconfortados en el silencio y en la experiencia del duelo colectivo.

<<Cuando todo esto pase, dejaremos de aplaudir cada día a las ocho de la tarde, pero tendremos que mantener vivo en nuestra memoria el enorme sacrificio que tantas personas están haciendo por nosotros>>

Cuando todo esto pase, los gobiernos central y autonómicos tendrán que encontrar la manera de compensar el esfuerzo y sufrimiento de los trabajadores de la sanidad que se están enfrentando a situaciones para las que nadie está preparado, con una concentración de enfermos graves y fallecimientos que supera las peores estimaciones y los lleva al límite de su resistencia física y psicológica.

Cada día se ven obligados a tomar decisiones de forma muy rápida sobre a qué pacientes priorizar en los tratamientos, a cuáles derivar a urgencias o a cuáles mantener un tiempo más en sus casas, con la duda constante de si estarán juzgando bien cada caso. Acompañan en sus últimos momentos a personas que están falleciendo solas y sin apenas tiempo de haber terminado de anotar la hora de la muerte deben ocuparse del cuidado de otros enfermos. Casi no se pueden permitir una pausa, poder cerrar los ojos en silencio y coger aire.

La mayoría de ellos encara este día a día sin la posibilidad de recibir consuelo de sus familiares al terminar la jornada, ni tener un tiempo de juego y relax con sus hijos que los distraiga de las terribles horas que están viviendo en su trabajo. Muchos sanitarios no regresan a sus casas para evitar contagiar a su familia, algunos duermen en los propios hospitales, otros se han buscado la vida como han podido. Quienes pueden regresar a su casa para dormir se la encuentran vacía, pues tienen a sus parejas e hijos pasando el confinamiento lejos de ellos.

Cuando todo esto pase, muchos se desmoronarán después de tantos días de tensión, tantas vidas perdidas y tanta soledad. Les va a hacer falta mucho apoyo psicológico y no me extrañaría que se multiplicasen las bajas por enfermedad entre ellos.

Además, la recuperación de la normalidad no será tal. Las operaciones y pruebas no urgentes han quedado suspendidas durante este período, así como las consultas en atención primaria. Al personal sanitario aún le quedan por delante muchos meses de duro trabajo. Es preciso asegurarles una compensación justa -no meros parches para quedar bien- ya sea vía retribución, ya sea por la vía de ampliar los días de permiso o de vacaciones para que puedan disfrutar de más tiempo con los familiares con los que ahora no pueden estar.

Burning candles

Asimismo, cuando todo esto pase, gobiernos y empresas tendrán que compensar el trabajo realizado por las personas que durante todo este tiempo han arriesgado su salud, y la de su familia, por prestarnos servicios esenciales a quienes estamos encerrados en casa: dependientes de supermercados y tiendas de alimentación, farmacéuticos, transportistas, agricultores, ganaderos y pescadores, así como los trabajadores de fábricas que se han adaptado en tiempo récord para producir contrarreloj equipos de protección, respiradores, etc.

Al igual que con el personal sanitario, deberán estudiarse fórmulas de retribución económica o de compensación por otros mecanismos. Algunas empresas ya han empezado a hacer estas propuestas a sus empleados. 

Cuando todo esto pase, dejaremos de aplaudir cada día a las ocho de la tarde, pero tendremos que mantener vivo en nuestra memoria el enorme sacrificio que tantas personas están haciendo por nosotros, deberemos exigir que reciban la recompensa que merecen por ello y cada uno de nosotros mostrarles nuestro agradecimiento de la manera que mejor sepamos.

Cuando todo esto pase, habrá que actualizar los protocolos de actuación para epidemias. A pesar de que, a día de hoy, solo en España llevemos 14.000 fallecidos (o incluso el doble, según algunas estimaciones) tenemos que estar agradecidos de que la tasa de letalidad del virus no sea mayor. Nos ha pillado con la guardia baja y, por ello, habrá que aprender de esta situación para que la próxima epidemia nos coja mucho más preparados.

<<Los ciudadanos debemos poder tener confianza en nuestros dirigentes y esta crisis sanitaria está resquebrajándola más que ninguna otra. Su restablecimiento pasa por que actúen con sensibilidad y respeto, se reconozcan los errores, se nos hable con sinceridad y se adopten las medidas adecuadas para evitar a futuro que otra epidemia produzca efectos tan terribles como la presente>>

Es importante que los epidemiólogos trabajen con los profesionales sanitarios que desempeñan su labor en los hospitales, así como con las fuerzas de seguridad del Estado y con profesionales del sector tecnológico para, entre todos, hacer un diagnóstico claro de en qué se ha fallado y trabajar en nuevos procedimientos de actuación que tengan en cuenta peores escenarios que el actual.

Por su parte, los gobiernos central y autonómicos y todos los partidos políticos deberán hacer un análisis riguroso sobre los errores cometidos. Las víctimas de coronavirus merecen respeto y sus familiares, amigos, el personal sanitario, los trabajadores de sectores esenciales y los ciudadanos en general merecemos saber lo que ha pasado, por qué determinadas decisiones sobre el “distanciamiento social” o el confinamiento se tomaron tarde, cuando ya existían contagios locales en España, por qué se obviaron las alertas que la OMS lanzó en febrero, por qué no se hizo acopio de equipos de protección con la debida antelación, por qué se descuidó la situación en tantas residencias de mayores o por qué durante las semanas más duras costó tanto que los equipos de protección comprados por nuestras autoridades llegaran a España o que nos vendieran tests que no daban resultados fiables.

Los ciudadanos debemos poder tener confianza en nuestros dirigentes y esta crisis sanitaria está resquebrajándola más que ninguna otra. Su restablecimiento pasa por que actúen con sensibilidad y respeto, por que se reconozcan los errores, se nos hable a los ciudadanos con sinceridad y podamos esperar que se haga un trabajo conjunto con los profesionales para adaptar los protocolos existentes a fin de evitar que la llegada de otra epidemia produzca efectos tan terribles como la presente.

Conociendo los antecedentes de otras tragedias que hemos vivido no tengo muchas esperanzas, pero lo último que mereceríamos los ciudadanos es que al analizar esta crisis los políticos volvieran a las trincheras, al griterío exagerado y demagógico, al “y tú más” y a la confrontación como estrategia.

Cuando todo esto pase, también los ciudadanos deberíamos tener una idea más clara del tipo de sociedad en la que queremos vivir y de los valores que queremos honrar. Igualmente, los políticos tendrán que bajar el nivel de crispación y sentarse a acordar pactos de Estado en materias clave, con un horizonte de medio y largo plazo. De esas cuestiones hablaré en próximas entradas. Hoy quería centrarme, sobre todo, en el respeto debido a quienes han muerto y sus familias, al personal sanitario y a los trabajadores de servicios esenciales. A todos ellos va dedicada esta entrada.

 

 

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Hacia la independencia (individual)

Estamos viviendo un momento en que las nuevas tecnologías y los modelos disruptivos derivados de ellas necesitan de políticas que huyan del proteccionismo que caracteriza nuestra época. Estos cambios, que nos permitirán alcanzar mayores cotas de libertad individual, son imparables pero pueden desarrollarse con lentitud si así lo deciden unos políticos que apenas miran al largo plazo y que son cada vez más intervencionistas.

El Real Instituto Elcano publicaba recientemente un artículo de Joaquín Roy (aquí) en el que alertaba del resurgir que está experimentando en todo el planeta la idea de nación y, lo que es peor, del nacionalismo en su vertiente más excluyente y xenófoba. No solo ocurre en Europa, donde el triunfo del Brexit, el auge de la extrema derecha en Austria, Francia y Alemania o el cierre de fronteras en Hungría son buenos ejemplos de ello, sino que también nos lo encontramos en una Rusia de ecos zaristas que acaba de dar un nuevo apoyo mayoritario a Putin o en un Trump desatado que defiende proteger el “American way of life” mediante la construcción de un muro con México o restringiendo la importación de productos que compitan con los norteamericanos.

<<Los avances tecnológicos y los nuevos modelos de negocio nos están conduciendo, efectivamente, a un mayor grado de independencia, pero que es de carácter individual y no estatista, no nacional>>

Es cierto que todos los políticos, sean nacionalistas o no, nos tratan a los ciudadanos como si fuéramos sujetos homogéneos, con los mismos gustos y necesidades, proponiendo soluciones intervencionistas “por nuestro bien”, en las que nos dicen qué educación dar a nuestros hijos, qué medios emplear para desplazarnos por las ciudades o qué horarios deben tener nuestros negocios. Algunos políticos nacionalistas van más allá, incluso, y nos quieren imponer el origen de los productos a consumir, la nacionalidad de las personas que podemos contratar o el idioma en que nuestros hijos deben estudiar.

Sin embargo, todos ellos están dando la espalda a la realidad que se viene imponiendo: los avances tecnológicos y los nuevos modelos de negocio nos están conduciendo, efectivamente, a un mayor grado de independencia, pero que es de carácter individual y no estatista, no nacional. Estas novedosas maneras de comerciar nos permiten a los ciudadanos elegir los servicios y bienes de la forma y al precio que más nos convengan rompiendo con esquemas preestablecidos y, en muchas ocasiones, sobreprotegidos por los poderes públicos.

La educación, por ejemplo, cambiará radicalmente: se impondrá la enseñanza personalizada con el apoyo de internet, con mayor flexibilidad para reforzar las inquietudes y motivaciones de cada alumno y para que pueda mejorar en sus carencias; ganará peso la educación no reglada frente a la reglada; habrá un auge de la educación basada en competencias más que en conocimientos, etc. Los centros escolares y las familias dispondrán de miles de recursos –muchos de ellos gratuitos o a un coste bajísimo- para dar a cada alumno la educación que se considere mejor. Y cuál sea en cada caso la opción más adecuada es algo que decidirán los alumnos y sus padres, con el asesoramiento de los profesores y otros profesionales. Adiós a las planificaciones educativas partidistas.

Por otra parte, los nuevos negocios disruptivos basados en la economía colaborativa son imparables. Ya sucedió con la literatura y la música y, por más que se les quiera poner trabas, hoy están totalmente normalizados los modelos que permiten escuchar música de forma gratuita en la red, comprar canciones sueltas, compartir libros gratis o descargarlos a precios irrisorios.

De la misma forma, empresas como Uber, Blablacar o Airbnb son buenos ejemplos de tendencias que van ganando peso entre la sociedad. Es cierto que la llegada de estos negocios desestabilizan los antiguos modelos enraizados y pueden tener un elevado coste en empleo y pérdidas económicas significativas, pero el papel de los políticos no puede ser impedir el desarrollo e implantación de nuevos negocios. Menos aún, cuando tienen el respaldo de una ciudadanía que encuentra en ellos servicios más baratos y mejor adaptados a sus necesidades o gustos.

<<El mundo en que vivimos será menos dependiente de las decisiones políticas y cada vez dependeremos más de nuestras propias elecciones en ámbitos donde hoy tenemos escaso margen de decisión>>

Poco a poco surgirán cambios similares en otros sectores que pondrán patas arriba la hostelería tradicional, la generación y comercialización de energía, la agricultura, el textil, la sanidad, etc. En unos años será posible compartir energía con los vecinos, comprar ropa hecha a medida al momento y a bajo precio, tener mini huertos en los apartamentos de donde obtener nuestras verduras o construir viviendas baratas gracias a la impresión 3D.

El mundo en que vivimos será menos dependiente de las decisiones políticas y cada vez dependeremos más de nuestras propias elecciones en ámbitos donde hoy tenemos escaso margen de decisión. Además, como ya expuse hace unos meses (aquí) creo que en unas décadas los Estados perderán importancia en favor de las grandes ciudades pues éstas, por cercanía al ciudadano, son las más adecuadas para facilitar la implantación de nuevos modelos de negocio que nos ofrezcan mejores y más baratos bienes y servicios.

Por mucho que se empeñen los políticos, las decisiones intervencionistas que nos dicen cómo debemos educar a nuestros hijos, de dónde deben proceder los productos que compramos o qué transporte debemos emplear para desplazarnos y a qué precio, irán desapareciendo. Las nuevas tecnologías y los negocios disruptivos nacidos de ellas permitirán un mayor intercambio de bienes y servicios a precios antes inimaginables y con mayor flexibilidad y capacidad de adaptación a las necesidades de los consumidores. Como ha sucedido siempre, este intercambio voluntario proporcionará enormes beneficios al permitir el continuo desarrollo y mejora de productos.

Es el momento de que los políticos comprendan que estamos a las puertas de una nueva época donde los modelos de negocio van a cambiar radicalmente, donde se va a intensificar ese libre intercambio en beneficio de todos y que estos cambios van a ir mucho más rápido que cualquier decisión política que quiera impedirlos. La combinación de los avances tecnológicos con estas novedosas formas de intercambio y comercio nos permitirá convertirnos en individuos más libres.

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PACTO POR EL TALENTO

La ciencia y la tecnología avanzan a un ritmo extraordinario y España no puede seguir dormida en los laureles en estas materias. Es imprescindible apostar con determinación por la atracción y retención del talento pero, para ello, hace falta crear una base reguladora sólida que lo favorezca.

En España comienza en estos días una nueva legislatura con la constitución de nuevas Cortes Generales y, esperemos, con la investidura de un Presidente de Gobierno que nos evite unas terceras elecciones. Si nuestros representantes políticos están dispuestos a ello, dejan atrás el tacticismo y piensan realmente en los ciudadanos, puede ser una legislatura interesantísima gracias a la necesidad de cerrar acuerdos en asuntos de gran trascendencia.

Dejando a un lado temas que tienen más urgencia que importancia, incluyendo aquellos donde los propios políticos –nacionales y autonómicos- nos han metido en líos innecesarios, hay otros asuntos que sí son realmente importantes y en los que será preciso que los partidos lleguen a acuerdos con visión de futuro y altura de miras. Estos asuntos son educación, I+D+i, sanidad, pensiones, reforma tributaria, libre emprendimiento y reforma laboral.

<<En este marco, considero imprescindible que los grupos parlamentarios se fijen como objetivo prioritario la apuesta por el talento profesional, idea que debe estar presente en cualquier reforma que se desee pactar>>

Dada la complejidad de los temas, la necesidad de aprobar leyes con un alto consenso y que tengan permanencia en el tiempo, es necesario que los grupos parlamentarios escuchen a expertos independientes, nacionales e internacionales, que se haga una evaluación detallada de la situación actual en cada una de estas áreas y se cuente con conclusiones que permitan orientar a los parlamentarios sobre cuáles deben ser las bases para el acuerdo.

Igualmente, deben contar con un consejo asesor en materia de ciencia y tecnología para que puedan conocer los cambios más importantes que van a producirse en próximas décadas, pues deben tenerlos en consideración a la hora de poder aprobar una normativa realmente útil para el medio y largo plazo.

En este marco, considero imprescindible que los grupos parlamentarios se fijen como objetivo prioritario la apuesta por el talento profesional, idea que debe estar presente en cualquier reforma que se desee pactar.

Así, no se debe hacer una nueva regulación laboral o tributaria sin tener este objetivo en mente. Resulta necesario que las empresas puedan contar con un marco laboral lo suficientemente flexible como para ofrecer unas condiciones atractivas a los empleados que quieran captar o retener. De la misma forma, hace falta un régimen tributario que no incentive la huida del talento y que sea, además, sencillo y estable, no sometido a cambios permanentes en función de los presupuestos anuales o de los cambios de Gobierno.

<<En el Instituto Tecnológico de Massachusets (MIT) creen que una de las razones fundamentales para que sea un centro de referencia a nivel mundial desde hace décadas se debe a su apuesta por el talento personal>>

En educación, por su parte, existe consenso en que es necesario lograr un acuerdo para el largo plazo con dos fines fundamentales: mejorar la calidad de la enseñanza y reducir el abandono escolar temprano. Para ello, además de otras medidas importantes como la introducción de la tecnología desde los primeros cursos infantiles o la educación bilingüe -sobre todo, en materias de ciencias-, es absolutamente imprescindible mejorar la calidad del profesorado.

talento2En el Instituto Tecnológico de Massachusets (MIT) creen que una de las razones fundamentales para que sea un centro de referencia a nivel mundial desde hace décadas se debe a su apuesta por el talento personal, atrayendo profesores motivados y bien preparados, que tienen inquietud por mejorar su campo de especialización –en ciencia, tecnología o humanidades-, que se les da facilidades para crear grupos de trabajo con investigadores y alumnos de similares inquietudes y que quieren que esas mejoras tengan aplicación en el “mundo real”.

Por tanto, en el campo educativo hay que poner las bases para favorecer que los centros, desde la educación infantil hasta la universitaria o la formación profesional, puedan atraer a los mejores docentes e investigadores. Es necesario, por ejemplo, que a los centros públicos se les garantice autonomía real, con auténtica libertad tanto en la dirección del centro como en la contratación del profesorado, suprimiendo barreras de entrada para los docentes –como el conocimiento de las lenguas autonómicas-.

Algo similar ocurre en el campo de la I+D+i, donde España sigue teniendo problemas para retener el talento nacional y atraer el internacional. Es fundamental eliminar barreras de entrada, contar con un sistema de contratación flexible y atractivo, además de favorecer una mayor conexión entre las empresas y los centros de investigación, logrando no solo un incremento de la financiación privada sino que, efectivamente, la empresa vea la aplicación real de esas innovaciones e investigaciones en su propia casa.

Los grupos parlamentarios deben ser conscientes de los tremendos cambios que se avecinan en menos de una década –como la sustitución de miles de trabajadores de sectores importantes, como transporte, comercio y hostelería, por robots y máquinas dotadas de inteligencia artificial- y de la necesidad de no quedarnos atrás en innovación e investigación. Es preciso favorecer que España cuente con otras fuentes productivas relacionadas con la ciencia, las nuevas tecnologías y la economía del conocimiento pero, para ello, debemos contar con los mejores profesionales.

Ojalá esta legislatura sea la de los pactos de Estado y que, sobre todos ellos, cobre protagonismo un Pacto por el Talento. Si eso fuera posible, tendríamos ante nosotros una de las mejores legislaturas en décadas.

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A la Gran Vía, Sr. Robot

Algunos optimistas de la comunidad científica apuestan por que en 100 años los seres humanos ya no tendremos que trabajar y podremos dedicarnos exclusivamente a cultivar aquellas aficiones que nos hacen felices. Para entonces, dicen, no solo los robots nos habrán sustituido en todo tipo de trabajos, sino que tendremos a nuestra disposición comida, ropa y otras necesidades básicas de forma casi gratuita, por lo que no tendremos que preocuparnos por el dinero. Nadaremos en la abundancia de las cosas mientras otros, los robots, trabajarán por nosotros.

            <<Los avances que existen actualmente en robótica parecen sacados de películas de ciencia-ficción pero no tardaremos demasiado tiempo en verlos formar parte de nuestra vida cotidiana>>

No seré yo quien diga que esa previsión no podrá cumplirse alguna vez, pero antes de que llegue tendremos que afrontar unos tiempos difíciles ocasionados por el uso cada vez más frecuente de robots y máquinas dotadas con inteligencia artificial para hacer trabajos que hoy ocupan a miles de personas en todo el mundo. Los avances que existen actualmente en robótica parecen sacados de películas de ciencia-ficción pero no tardaremos demasiado tiempo en verlos formar parte de nuestra vida cotidiana (vean, por ejemplo, el siguiente Video).

Es cierto que a lo largo de la historia, desde la creación de los primeros telares automáticos a principios del siglo XIX ha existido el temor a que las máquinas “nos roben” el trabajo, si bien a largo plazo el resultado ha sido crear más y mejores empleos, pero con un claro impacto negativo en algunos sectores productivos. Es más que probable que esto vuelva a repetirse de forma exponencial en pocas décadas. De acuerdo con numerosos expertos del MIT y otras prestigiosas universidades, entre 2020 y 2025 asistiremos a un notable incremento en el empleo de robots y máquinas con inteligencia artificial para realizar determinados trabajos y se calcula en cinco millones los empleos que se perderán por esta causa en todo el mundo. Es decir, hablamos de algo que sucederá en menos de diez años y me pregunto si estamos haciendo lo suficiente para evitar o reducir el primer impacto negativo que este hecho tendrá.

¿Cuáles serán los empleos más afectados? Pues según todas las previsiones, aquellos que sean esencialmente manuales y los que no requieran tareas complejas.

Por ejemplo, en el sector del transporte vemos a diario noticias sobre los vehículos inteligentes de Google y Tesla. No solo se realizan mejoras permanentes para que ganen en seguridad, sino que en pocos años tendrán precios muy competitivos. Todo indica que en menos de diez años los servicios públicos de las ciudades –taxis, autobuses, metro, tranvía- estarán prestados por máquinas. Entre otras cosas serán vehículos más seguros pues no excederán la velocidad permitida, no harán adelantamientos indebidos o maniobras incorrectas. Es cierto que aún queda mucho por mejorar –la reacción de las personas ante sucesos imprevistos es mucho mejor actualmente-, pero en diez años los avances serán extraordinarios y ello puede afectar a cientos de miles de personas en todo el mundo. Solo en España hay alrededor de 70.000 taxistas, sumémosles el número de transportistas, conductores de autobús, maquinistas, etc.

En el sector de la hostelería puede suceder algo parecido. Los pedidos se harán desde las propias mesas sin necesidad de esperar a que venga a atendernos una persona y serán robots quienes aparezcan portando una bandeja con la comida solicitada. El empleo de robots en este sector no solo implica la sustitución de personal, sino reducir significativamente las contrataciones temporales en los periodos de mayor afluencia turística. Adiós a los buenos datos de empleo en los meses estivales y de Semana Santa.

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Carl, el robot camarero creado por el ingeniero Ben Schaefer que ya sirve copas en un bar de Alemania

Pero no solo en transporte y hostelería. Pensemos en otros muchos empleos que se pueden ver afectados de forma similar a ellos: cajeros de supermercado, comerciales de call centers, personal de limpieza, tintorerías, carnicerías, mecanógrafos, taquígrafos, farmacéuticos, etc.

¿Qué hacer entonces para evitar el impacto que la aparición de las máquinas va a tener sobre todos estos trabajos? Hay quien ya está pensando en crear una renta mínima vital específica para estos grupos de población, pero hay que tener en cuenta que hablamos en cada país de cientos de miles de personas. La renta básica, idea polémica sobre la que se ha discutido bastante en los últimos años, no parece la respuesta más adecuada aunque pueda, sin duda, suponer un alivio transitorio durante los primeros años de desempleo. Por otro lado, generaría una situación de desigualdad hacia otras personas que se ven en el paro sin estar dentro de alguna de las profesiones “protegidas” por esa renta mínima.

<<Es necesario trabajar desde ya en un plan de formación para los miles de potenciales desempleados que se pueden generar en una década o menos”

Algunos de estos trabajadores podrán reciclarse realizando tareas similares a las actuales pero con la diferenciación de un servicio más personalizado y exclusivo. Otros pueden trabajar aportando el valor de su experiencia a los fabricantes y propietarios de las máquinas para identificar problemas habituales que surgen en una actividad concreta y buscando cómo solucionarlos. Por ejemplo, los taxistas y camareros tendrán mucho que aportar en situaciones delicadas: clientes en estado de embriaguez, comportamientos violentos, clientes que precisan de algún tipo de asistencia médica, etc. Otros trabajadores, incluso, pueden invertir en empresas de robótica y contar con su propia flota de robots o vehículos inteligentes. Sin embargo, una buena parte de trabajadores no van a encontrar salida tampoco de esta forma, por lo que se requiere trabajar desde ya en otras soluciones.

Así, es necesario poner en marcha un plan de formación para los miles de potenciales desempleados que se pueden generar en una década o menos. En primer lugar, será necesario empezar por una labor de concienciación para que los trabajadores de los sectores que pueden verse afectados vayan siendo conscientes de lo que va a suceder en un futuro no muy lejano. Además, es preciso que los centros formativos, públicos y privados, se pongan manos a la obra creando una oferta de cursos que les permitan reciclarse en nuevas profesiones. Es importante que estos cursos incorporen módulos sobre habilidades básicas para manejarse en un nuevo entorno profesional: creatividad, tecnología e informática., finanzas, etc. De la misma forma, hay que conseguir que las propias empresas donde puede producirse esta futura sustitución de trabajadores apoyen a éstos y contribuyan a mejorar su formación. Incluso se debería poner en marcha un plan de asesoramiento para ayudar a estos trabajadores a tomar decisiones adecuadas sobre ahorro e inversión.

Por otro lado, hay que pensar en las próximas generaciones para que reciban una educación de alto valor formativo en el sector tecnológico y en empleos donde “el factor humano” se siga considerando imprescindible (al menos durante unas cuantas décadas). Tanto la educación superior como la formación profesional deben ir eliminando la oferta formativa en profesiones que van a desaparecer en pocos años.

Algunos gobiernos pueden caer en la tentación del proteccionismo para evitar esta sustitución de trabajadores, pero esto supondrá frenar el avance de sus países y, a la larga, tendrá más perjuicios que beneficios. Considero mejor opción invertir en su formación y en potenciar habilidades que les permitan incorporarse a nuevas profesiones o apostar por proyectos personales para los que quizá ahora ni siquiera imaginen que están dotados.

No demos la espalda al progreso. Cuando en unos años un taxi sin conductor nos lleve a nuestro destino nos parecerá algo de lo más normal e incluso nos resultará extraño no haberlo conocido antes.

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EDUCANDO EN SEGURIDAD Y PRIVACIDAD EN INTERNET

Distintos medios de comunicación han publicado estos días atrás una fotografía de Mark Zuckerberg en su mesa de trabajo celebrando los 500 millones de usuarios mensuales de Instagram, pero en lo que los periódicos han puesto el acento es en el hecho de que Zuckerberg tiene cinta adhesiva pegada a la cámara de su ordenador, así como en el micro, para evitar que un pirata informático pueda acceder a su ordenador para tomarle fotos o grabarlo sin su conocimiento. A pesar de que pueda parecer una medida de precaución muy rudimentaria, los mismos medios han informado de que también el director del FBI, James Comey, ha admitido que cubre su webcam con cinta adhesiva.

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Foto subida por Mark Zuckerberg a Instagram, con el detalle ampliado de su ordenador. Fotografía publicada en europapress.es

En España, el experto en seguridad informática Chema Alonso –popularmente conocido como “el hacker más famoso de España”- lleva años poniendo su conocimiento a nuestro servicio para ayudarnos a utilizar de forma segura nuestros ordenadores, teléfonos y “tablets”. Entre otras cosas, ha explicado en más de una ocasión por qué conviene utilizar algún tipo de protección para las cámaras de ordenadores y teléfonos móviles (ver aquí,  aquíaquí o aquí)

Chema Alonso, que ha sido recientemente nombrado “Chief Data Officer (CDO)” de Telefónica para definir la estrategia global de seguridad de la información y ciberseguridad del grupo, insiste en una cuestión que me parece crucial: cómo educar a nuestros hijos para navegar por la red. Tal y como señalaba en una entrevista publicada en toyoutome.es en noviembre de 2014, “el mundo ha cambiado y la forma de relacionarnos también. El concepto de socializar en los más jóvenes ha llevado a una exposición impúdica en la Red. Mientras que es difícil ver a un niño joven solo en la calle, en Internet están solos mucho tiempo y se exponen sin mucho control. Es necesario que sus padres o tutores les acompañen ahí igual que lo han hecho anteriormente en el parque”.

Efectivamente, me parece que esa es la clave. No se trata de impedir o retrasar que los niños accedan a la tecnología –el debate sobre a qué edad debe tener un niño un móvil o una “tablet”-, pues creo que esa es una cuestión estéril, ya que  van a llegar a ella a una edad cada vez más temprana. Pienso que lo relevante es saber educarlos para hacer un buen uso de la tecnología, con los menores riesgos posibles para ellos. Deben entender que existen peligros intrínsecos a estos aparatos por el hecho de disponer de una cámara incorporada y conectarse a internet, que hay que tomar precauciones para evitar que otros puedan acceder al dispositivo y tomarles fotos sin que se enteren; que existen maneras de impedir que puedan localizar el lugar desde donde ellos están tomando una foto; que no deben hacerse “amigos” de personas que no conozcan por el simple hecho de recibir una solicitud de amistad, etc. Aquí dejo un enlace a varios videos de Chema Alonso explicando cuestiones fundamentales de seguridad informática, vale mucho la pena verlos.

Para quienes pertenecemos a otras generaciones, tanto internet como las redes sociales son instrumentos útiles. Para los niños que han nacido en los últimos 10 años y para los que nazcan en el futuro serán algo más que un “instrumento”, será un lugar absolutamente natural en el que estar, socializar, jugar y aprender. Será un espacio más de su vida, como lo es su casa, su escuela, el polideportivo o el parque. Y debemos acompañarlos a transitar por ese espacio hasta que sean adolescentes y, como en todos los demás lugares, comiencen a moverse solos.

Siguiendo con el ejemplo de Chema Alonso, los padres acompañan a sus hijos a jugar en el parque y eso significa que los vigilan, les explican cómo se juega, los educan en el respeto a otros niños, los animan a hacer nuevos amigos pero también les dicen qué cosas nos les gustan de éstos –si son maleducados, si no prestan los juguetes, si dicen palabrotas, si responden mal a los mayores, etc.- y les refuerzan las actitudes positivas. Además, les advierten de los riesgos: no te subas ahí, no cruces la calle sin mirar a los lados, no hables con desconocidos, no aceptes regalos de personas que no conozcas… Cuando el niño se hace adolescente comienza a salir solo con sus amigos y si ha recibido este tipo de educación durante la niñez le servirá para, al menos, saber qué riesgos existen. No podremos controlar que actúen como queremos pero al menos sabremos que conocen los riesgos, los límites que les hemos marcado de niños y las pautas que deben seguir. Si siguen o no nuestras enseñanzas ya será cosa suya, pero al menos nos hemos preocupado de que las conozcan. Sin embargo, ahora mismo no acompañamos a nuestros hijos mientras emplean dispositivos, navegan por internet o usan las redes sociales. Es imprescindible que tanto en las aulas como en las casas nos acostumbremos a educarlos también a desenvolverse en este entorno.

Los niños deben entender que la información personal que ellos publiquen en las redes sociales es fácil de ver por otras personas y eso significa que cualquiera sabrá su nombre, edad, dónde viven, a qué escuela van, quiénes son sus amigos. Es una información que ellos comparten de manera inocente pero es también una información delicada.

Es igualmente relevante que desde niños sean conscientes de la importancia que tiene la intimidad, algo que está perdiendo valor a pasos agigantados. Subir fotos de nuestra vida permite que otros puedan saber quiénes son nuestros amigos, si tenemos alguna relación, cuáles son nuestras aficiones, qué tipo ropa nos ponemos, dónde nos gusta ir a pasarlo bien, si estamos de vacaciones o seguimos en nuestra casa, si tenemos otra casa fuera de la ciudad para los fines de semana, etc. Los adultos somos más conscientes de los riesgos de sobreexponer públicamente nuestra vida –aunque a veces me sorprendo de las cosas que publican personas de mi generación- pero los niños necesitan que se lo expliquemos, que les fijemos límites, que les eduquemos en qué se puede compartir y en qué no, qué hay que compartir solo con ciertos amigos y qué pueden publicar para todo el mundo, que les enseñemos qué herramientas conviene utilizar para que al publicar determinada información no dejen rastro de otra información más sensible, como el lugar desde el que están subiendo esa publicación. Si hacemos que desde niños entiendan bien la importancia de la intimidad correrán menos riesgos cuando sean mayores.

Es sabido que muchas empresas entran en las redes sociales para conocer algo más de las personas a las que están entrevistando para un puesto de trabajo. Si sus opiniones, sus fotos y otro tipo de datos están abiertos al público pueden estar compartiendo mucha información que quizá no querrían dar a conocer en un proceso de selección, desde su ideología política a sus creencias religiosas, pasando por su orientación sexual o sus aficiones. De la misma forma, ya sabemos que no es casualidad que al visitar determinadas páginas de internet o entrar en nuestras redes sociales nos encontremos con publicidad relacionada con nuestras aficiones o con cuestiones que nos interesan. Si a los niños se les da una educación adecuada para moverse en este entorno, cuando sean adultos emplearán internet y las redes sociales de forma mucho más responsable a como lo hacemos hoy nosotros.

Hoy ya vivimos en una sociedad altamente interconectada: compramos online, hacemos movimientos bancarios desde nuestros dispositivos móviles y vivimos constantemente conectados a nuestros grupos de amigos y familiares vía aplicaciones de mensajería móvil. Transmitimos mucha información a través de la red y la mayor parte de las veces lo hacemos sin las medidas de seguridad básicas y esto irá a más: en pocos años viviremos permanentemente conectados.

Quizá se normalicen dispositivos como las “gafas inteligentes” que permitan que al mirar a una persona se pueda hacer un reconocimiento facial y acceder a la información de alguna red social donde tenga datos abiertos al público. Si no ha tomado ciertas precauciones podremos saber de manera inmediata cómo se llama, dónde vive o dónde trabaja. Las consultas médicas se harán online sin necesidad de desplazarnos a una consulta física, lo que significa que la información que intercambiemos con el médico navegará por la red con posibilidad de ser conocida y utilizada por algún pirata informático. Nuestros dispositivos, incluso nuestra ropa, podrán hacer cada vez más cosas en internet de manera más rápida y sencilla, pero tenemos que saber si lo harán también de forma segura o no y poner los medios adecuados para prevenir que la información más íntima o sensible pueda estar al alcance de cualquiera.

En unos años tendremos mucha más información personal circulando por la red o almacenada en «la nube». Conviene que conozcamos bien la manera de protegerla y que ayudemos a nuestros hijos a comprender desde niños la importancia de hacerlo.