Algunos optimistas de la comunidad científica apuestan por que en 100 años los seres humanos ya no tendremos que trabajar y podremos dedicarnos exclusivamente a cultivar aquellas aficiones que nos hacen felices. Para entonces, dicen, no solo los robots nos habrán sustituido en todo tipo de trabajos, sino que tendremos a nuestra disposición comida, ropa y otras necesidades básicas de forma casi gratuita, por lo que no tendremos que preocuparnos por el dinero. Nadaremos en la abundancia de las cosas mientras otros, los robots, trabajarán por nosotros.
<<Los avances que existen actualmente en robótica parecen sacados de películas de ciencia-ficción pero no tardaremos demasiado tiempo en verlos formar parte de nuestra vida cotidiana>>
No seré yo quien diga que esa previsión no podrá cumplirse alguna vez, pero antes de que llegue tendremos que afrontar unos tiempos difíciles ocasionados por el uso cada vez más frecuente de robots y máquinas dotadas con inteligencia artificial para hacer trabajos que hoy ocupan a miles de personas en todo el mundo. Los avances que existen actualmente en robótica parecen sacados de películas de ciencia-ficción pero no tardaremos demasiado tiempo en verlos formar parte de nuestra vida cotidiana (vean, por ejemplo, el siguiente Video).
Es cierto que a lo largo de la historia, desde la creación de los primeros telares automáticos a principios del siglo XIX ha existido el temor a que las máquinas “nos roben” el trabajo, si bien a largo plazo el resultado ha sido crear más y mejores empleos, pero con un claro impacto negativo en algunos sectores productivos. Es más que probable que esto vuelva a repetirse de forma exponencial en pocas décadas. De acuerdo con numerosos expertos del MIT y otras prestigiosas universidades, entre 2020 y 2025 asistiremos a un notable incremento en el empleo de robots y máquinas con inteligencia artificial para realizar determinados trabajos y se calcula en cinco millones los empleos que se perderán por esta causa en todo el mundo. Es decir, hablamos de algo que sucederá en menos de diez años y me pregunto si estamos haciendo lo suficiente para evitar o reducir el primer impacto negativo que este hecho tendrá.
¿Cuáles serán los empleos más afectados? Pues según todas las previsiones, aquellos que sean esencialmente manuales y los que no requieran tareas complejas.
Por ejemplo, en el sector del transporte vemos a diario noticias sobre los vehículos inteligentes de Google y Tesla. No solo se realizan mejoras permanentes para que ganen en seguridad, sino que en pocos años tendrán precios muy competitivos. Todo indica que en menos de diez años los servicios públicos de las ciudades –taxis, autobuses, metro, tranvía- estarán prestados por máquinas. Entre otras cosas serán vehículos más seguros pues no excederán la velocidad permitida, no harán adelantamientos indebidos o maniobras incorrectas. Es cierto que aún queda mucho por mejorar –la reacción de las personas ante sucesos imprevistos es mucho mejor actualmente-, pero en diez años los avances serán extraordinarios y ello puede afectar a cientos de miles de personas en todo el mundo. Solo en España hay alrededor de 70.000 taxistas, sumémosles el número de transportistas, conductores de autobús, maquinistas, etc.
En el sector de la hostelería puede suceder algo parecido. Los pedidos se harán desde las propias mesas sin necesidad de esperar a que venga a atendernos una persona y serán robots quienes aparezcan portando una bandeja con la comida solicitada. El empleo de robots en este sector no solo implica la sustitución de personal, sino reducir significativamente las contrataciones temporales en los periodos de mayor afluencia turística. Adiós a los buenos datos de empleo en los meses estivales y de Semana Santa.

Carl, el robot camarero creado por el ingeniero Ben Schaefer que ya sirve copas en un bar de Alemania
Pero no solo en transporte y hostelería. Pensemos en otros muchos empleos que se pueden ver afectados de forma similar a ellos: cajeros de supermercado, comerciales de call centers, personal de limpieza, tintorerías, carnicerías, mecanógrafos, taquígrafos, farmacéuticos, etc.
¿Qué hacer entonces para evitar el impacto que la aparición de las máquinas va a tener sobre todos estos trabajos? Hay quien ya está pensando en crear una renta mínima vital específica para estos grupos de población, pero hay que tener en cuenta que hablamos en cada país de cientos de miles de personas. La renta básica, idea polémica sobre la que se ha discutido bastante en los últimos años, no parece la respuesta más adecuada aunque pueda, sin duda, suponer un alivio transitorio durante los primeros años de desempleo. Por otro lado, generaría una situación de desigualdad hacia otras personas que se ven en el paro sin estar dentro de alguna de las profesiones “protegidas” por esa renta mínima.
<<Es necesario trabajar desde ya en un plan de formación para los miles de potenciales desempleados que se pueden generar en una década o menos”
Algunos de estos trabajadores podrán reciclarse realizando tareas similares a las actuales pero con la diferenciación de un servicio más personalizado y exclusivo. Otros pueden trabajar aportando el valor de su experiencia a los fabricantes y propietarios de las máquinas para identificar problemas habituales que surgen en una actividad concreta y buscando cómo solucionarlos. Por ejemplo, los taxistas y camareros tendrán mucho que aportar en situaciones delicadas: clientes en estado de embriaguez, comportamientos violentos, clientes que precisan de algún tipo de asistencia médica, etc. Otros trabajadores, incluso, pueden invertir en empresas de robótica y contar con su propia flota de robots o vehículos inteligentes. Sin embargo, una buena parte de trabajadores no van a encontrar salida tampoco de esta forma, por lo que se requiere trabajar desde ya en otras soluciones.
Así, es necesario poner en marcha un plan de formación para los miles de potenciales desempleados que se pueden generar en una década o menos. En primer lugar, será necesario empezar por una labor de concienciación para que los trabajadores de los sectores que pueden verse afectados vayan siendo conscientes de lo que va a suceder en un futuro no muy lejano. Además, es preciso que los centros formativos, públicos y privados, se pongan manos a la obra creando una oferta de cursos que les permitan reciclarse en nuevas profesiones. Es importante que estos cursos incorporen módulos sobre habilidades básicas para manejarse en un nuevo entorno profesional: creatividad, tecnología e informática., finanzas, etc. De la misma forma, hay que conseguir que las propias empresas donde puede producirse esta futura sustitución de trabajadores apoyen a éstos y contribuyan a mejorar su formación. Incluso se debería poner en marcha un plan de asesoramiento para ayudar a estos trabajadores a tomar decisiones adecuadas sobre ahorro e inversión.
Por otro lado, hay que pensar en las próximas generaciones para que reciban una educación de alto valor formativo en el sector tecnológico y en empleos donde “el factor humano” se siga considerando imprescindible (al menos durante unas cuantas décadas). Tanto la educación superior como la formación profesional deben ir eliminando la oferta formativa en profesiones que van a desaparecer en pocos años.
Algunos gobiernos pueden caer en la tentación del proteccionismo para evitar esta sustitución de trabajadores, pero esto supondrá frenar el avance de sus países y, a la larga, tendrá más perjuicios que beneficios. Considero mejor opción invertir en su formación y en potenciar habilidades que les permitan incorporarse a nuevas profesiones o apostar por proyectos personales para los que quizá ahora ni siquiera imaginen que están dotados.
No demos la espalda al progreso. Cuando en unos años un taxi sin conductor nos lleve a nuestro destino nos parecerá algo de lo más normal e incluso nos resultará extraño no haberlo conocido antes.